29 Mar Integración sensorial
Integración sensorial
¿Qué es la integración sensorial?
Nuestro cerebro recibe, interpreta, organiza y utiliza gran cantidad de información sensorial. Procesa la información que procede del ambiente y de nuestro propio cuerpo, selecciona lo relevante e importante en cada situación para usarla y dar la respuesta más ajustada a cada momento. Esta respuesta puede ser motora, gestual, conductual, emocional…
Los sentidos
Tenemos… ¡8 sistemas sensoriales ! Los más conocidos, oído, vista, gusto, olfato y tacto, pero además tenemos otros sentidos no tan conocidos, pero muy importantes: vestibular, propiocepcion e interocepción. Desde la teoría de integración sensorial nos focalizamos en los 3 sistemas centrados en el cuerpo: tacto, vestibular y propiocepción. Estos son la base de la maduración de las habilidades sensoriomotoras y del desarrollo de las habilidades de praxis.
Conozcámonos más a fondo
El sistema vestibular es el sentido “GPS” y del equilibrio, percibe nuestro movimiento en el espacio al detectar los movimientos y posición de nuestra cabeza.
El órgano vestibular o laberinto se aloja en el oído interno (uno en cada lado) y da información al cerebro de la dirección y velocidad del desplazamiento; también detecta y responde a la fuerza de la gravedad.
El sistema vestibular es el responsable de que estabilicemos la postura para no caernos cuando nos desequilibramos, que podamos mantener la mirada en un punto fijo mientras nos movemos, de que nos orientemos en el espacio, o de que mantengamos un nivel de alerta adecuado al momento. Además es el sistema responsable de un buena integración de los dos lados del cuerpo; es base fundamental de nuestro desarrollo psicomotor.
Por ejemplo… Si vamos en bici o moto y cogemos una curva, la bici se inclina, pero nuestra cabeza va a la vertical, de esta forma mantenemos la orientación y estabilidad para no caernos. Ó Podemos correr para interceptar una pelota que chuta un amigo; esto supone que anticipamos la dirección y velocidad de la pelota, que estabilicemos nuestra vista en ella y preparemos nuestra postura y movimiento para la acción.
La propiocepión es el sentido que informa continuamente a nuestro cerebro de la posición y movimientos de nuestro cuerpo. Los receptores se alojan en nuestros músculos, articulaciones, ligamentos, tendones.. Sentimos y “sabemos” en que postura tenemos colocado el cuerpo, con qué fuerza tomamos los objetos y cómo tenemos que movernos en cada situación.
Por ejemplo… Para subir un escalón no necesitamos mirar nuestros pies.
El sistema táctil: A través de nuestra piel y mucosas percibimos aquello que estamos tocando o que nos toca; recibimos esta información través de los receptores sensoriales que están en nuestra piel. Podemos percibir/discriminar cualidades de los objetos como forma, tamaño, textura, temperatura, firmeza, dureza, flexibilidad..
Un buen procesamiento de la información táctil es básica para generar nuestro esquema corporal al informarnos de los límites y el movimiento de nuestro cuerpo (a través de la piel), saber movernos, usar herramientas…
Por ejemplo…
Podemos vestirnos y abrochar los botones sin mirar gracias al feedback que percibimos con nuestros dedos del botón y del ojal, lo que nos permite manejar estos materiales con precisión.
O
podemos manejar la comida dentro de nuestra boca porque percibimos la textura, el tamaño, su temperatura, densidad…
¿Cómo es el proceso de la integración sensorial?
Nuestros sistema nervioso trabaja para interpretar los estímulos que nos llegan, tanto del exterior como de nuestro propio cuerpo, diferenciar lo relevante de lo que no, para dar respuestas acorde a la situación y necesidad de cada momento.
Los estímulos que nos rodean y los provenientes de nuestro propio cuerpo son percibidos por los receptores sensoriales, que los llevan por diferentes vías al SNC (sistema nervioso central). Allí son recibidos y registrados para discriminar y modular esta información sensorial y poder emitir una respuesta adaptada al estímulo que nos ha llegado.
Los estímulos que nos rodean y los provenientes de nuestro propio cuerpo son percibidos por los receptores sensoriales, que los llevan por diferentes vías al SNC (sistema nervioso central). Allí son recibidos y registrados para discriminar y modular esta información sensorial y poder emitir una respuesta adaptada al estímulo que nos ha llegado.
Estamos en una habitación con una radio con música sonando. Nuestros receptores auditivos perciben toda esa información auditiva y la llevan por las vías correspondientes al área auditiva del cerebro. Allí, se procesa esa información y se discriminan las diferentes características del sonido (volumen, ritmo, etc.). Si la música está demasiado baja para nosotros, nuestros receptores la percibirán pero no con la suficiente intensidad como para discriminar bien cómo es esta canción. Si en ese momento consideramos relevante escuchar esa información, nuestra respuesta adaptada será subir el volumen de la radio.
Si por el contrario hay otra persona en la habitación con la que estamos manteniendo una conversación importante, nuestro cerebro inhibirá la información auditiva no relevante que estamos percibiendo, en este caso la música de la radio, para poder centrarnos en la conversación. En caso de que la música llegue a ser demasiado molesta y no nos deje prestar atención a nuestro interlocutor, nuestra respuesta adaptada será apagar la radio o bajar el volumen.
El procesamiento sensorial de cada persona es único. A medida que crecemos elaboramos herramientas y estrategias para lidiar con los estímulos que nos llegan constantemente y durante todo el día. No todos los estímulos son iguales para todo el mundo.
La disfunción en el procesamiento sensorial se produce cuando nuestro desempeño ocupacional se ve comprometido y no podemos llevar a cabo las respuestas adaptadas que se esperan, generando malestar en la propia persona y en su entorno.
En el caso de los niños y niñas…